Hace un año, la noticia de un virus que azotaba a China llegaba por la sección de noticias internacionales y, se creyó que no afectaría a otros países ni al planeta. Rápidamente la burla hacía los chinos no esperó. Creció rápidamente la indignación y estigmatización por la excéntrica culinaria y condenándolos moralmente por lo que padecían (Aún no se sabe las causas del virus).
El virus fue avanzando y regándose súbitamente hasta contagiar toda Europa; crecía la expectativa de cómo podría el virus saltar el charco y afectarnos. El virus con los ojos vendados saltó el charco sin el menor esfuerzo y el 6 de marzo abrió los ojos en Colombia. Y con una sonrisa socarrona nos advirtió que llegaba al tercer país más feliz del mundo y dispar. Los contagios fueron brotando y fue sino hasta el primer muerto (16 de marzo) que el gobierno central empezó a tomar decisiones tibias que aturdió a mandatarios regionales y locales. Los mandatarios aun enguayabados por el día de su posesión, les pareció una exageración y decidieron esperar al virus para actuar. A causa de esas decisiones tibias y aturdidoras surgió el pánico, voces discordantes que convencían a la mayoría, epidemiólogos de todos los pelambres, infectologos y expertos en virus…etc. La confianza en las instituciones públicas fue socavada.
Frente al pánico e incertidumbre y aferrados más a una fe cristiana irrestricta qué en el efecto domino que podría desencadenar el virus, salió a flote un adagio popular “en el camino se arreglan las cargas” que nuestros gobernantes acogieron como política. A partir del 24 de marzo empezó un viacrucis de cuarentenas intermitentes en todo el país. Con una frase de cajón, rimbombante y chantajeante el presiente Duque afirmó “Sabemos la dificultad y los retos que trae a las familias. Pero si frenamos la propagación del virus salvamos a muchas familias”. Confiados, resignados, aceptamos los términos del confinamiento.
Viendo en retrospectiva esto 11 meses de pandemia, tenemos las mismas incertidumbres que al inicio. Sin rumbo fijo y como veleta al soplo de los gobernantes. Desde que el presidente anuncio en diciembre con bombos y platillos que tenía 40 millones de dosis de vacunas aseguradas, la confianza aumentó y empezó un des confinamiento gradual hasta el punto de asumir que el virus se fue. Tanta dicha no podía ser cierta. Se escudriñó y el gobierno tuvo que salir a decir que no tenía fechas de vacunación ni las vacunas estaban aseguradas.
Como nos gusta tanto compararnos con Venezuela, pues, allá solo hay 1.095 muertos frente a 47.891 en Colombia. Otra comparación, con Ruanda un país africano: 11 muertos por millón de habitantes, Colombia tiene 1.000. El éxito ruandés, después del genocidio del 94 construyó un sistema de salud sólido, basado en la equidad, la confianza, la participación comunitaria y el paciente como elemento central. El gobierno ruandés garantizaba comida y alojamiento a quienes resultaban positivo en medio del confinamiento e igualmente a miles de hogares necesitados para que obedezcan el confinamiento. Los expertos concluyen que la confianza pública es un fuerte determinante de la salud pública y que si el pueblo no tiene fe en su gobierno o las instituciones sanitarias pública, el valor de esos recursos se habrá dilapidado.
Duque malgasto 6.000 millones en un programa de televisión que nadie vio. Las cortes salvaron del billonario desembolso para una empresa extranjera – Avianca -; benefició a los bancos con billonarios recursos dizque para salvar la economía y el empleo; aprovechó para impulsar reformas laborales en contra del trabajador de a pie; los recurso para equiparar al sistema de salud público y privado fue dilapidado; no ayudo a la nómina del empresario pequeño para salvar empleos ni mucho menos tuvo la intención de generar una renta básica para los más necesitados. Y, gobernantes regionales y locales creyeron que con una remesa y bono de 160.000 mil pesos solucionaba el hambre. En varias ciudades capitales como Cali, Bogotá, Medellín, Pasto están en alerta porque la ocupación de camas UCI esta al tope. Incluso, hay traslados de paciente a otras ciudades. La ciudadanía no quiere saber más de confinamientos ni toques de queda. Han perdido familiares y la precaria economía para sobrevivir reventó. Ha estas alturas y en el rebrote del virus, hacer un llamado de comportamiento responsable y conciencia ciudadana dizque para proteger la vida, es un chantaje. La oportunidad a los gobernantes fue concedida ingenuamente. Ahora, y como siempre, al ciudadano de a pie le toca arreglárselas.