10 de la mañana de un lunes 8 de febrero de 2021. Un día normal.
Pero un día Normal en Llorente significa uno o dos asesinados, uno que otro desaparecido, enfrentamientos diarios entre los grupos armados ilegales, mucho comercio, miles de motos que serpentean, transacciones de pasta de coca, miles de millones de dinero circulante en efectivo, trancón, congestión de carros y motos de 8:00 am a 7:00 pm, música a todo volumen a lo largo de la vía principal, cantinas y borrachos las 24 horas y en medio del caos y la ilegalidad también, gente buena subsistiendo y trabajando honradamente.
En lo que va del 2021, 15 jóvenes han sido asesinados
en pleno centro de Llorente y a plena luz del día.
Van 2 masacres, enfrentamientos continuos entre los grupos armados ilegales, la comunidad y las instituciones han perdido la cuenta o no saben cuantos desparecidos hay en la zona, pobreza del 70% y un NBI que ronda el 80%. Esa es la normalidad de Llorente, la normal crisis humanitaria y la normal violencia que vive Llorente.
Ese día Llorente se detuvo. De pronto, dejaron de pasar carros y motos. La vía se había despejado como en una película de ficción. El comercio y las gentes se movían, pero algo extraño se sentía en el ambiente.
Los dueños de la joyería que se ubica a una cuadra de la iglesia, habían tomado las medidas pertinentes de seguridad, conociendo el contexto tan complejo, de inseguridad y violencia que vive Llorente. Divisiones en vidrio blindado y rejas de seguridad.
En medio de la súbita tranquilidad, de pronto llegan, dos camionetas Toyota, una de ellas blindada, dos motos escoltando las camionetas, armas cortas y largas. Se bajan, llegan preparados con una cadena metálica gruesa, intimidan a todos los que en ese momento tiene la mala suerte de pasar o estar allí. Un señor que estaba con un celular hablando, fue golpeado, confiscado el celular y metido a la fuerza a una de las camionetas. Nada se sabe de él.
Mientras tanto dos de los hombres armados amarran la cadena a las rejas que sostienen los vidrios de seguridad, atan la otra punta de la cadena a la camioneta blindada y halan derribando las rejas y los vidrios, en cuestión de segundos saquean la joyería. Algunos dicen que se llevaron unos 800 millones en joyas y dinero.
Otro grupo de apoyo de los atracadores, unos minutos antes habían bloqueado la vía al mar en la entrada norte de Llorente. El objetivo fue despejar la vía para que sus compinches pudieran moverse a sus anchas. Lo lograron.
El grupo que ejecutó el asalto a la joyería, salió tranquilo, en dirección a Tumaco. Pasaron por la base de la Policía que tiene permanentemente entre 30 y 40 agentes y que mantiene un retén que nunca duerme ni descansa. Pasaron también por la base del ejército con otros 40 soldados profesionales. Ambas, Policía y Ejército quedan a 900 metros de la joyería asaltada. Nadie vio nada, nadie puede reclamar, ninguna institución judicial, policial ni de gobierno responde.
En el 2020 hubo 3 asaltos a joyería en Llorente.
Esta vez como todas las veces, los ladrones desaparecieron en completa impunidad y Llorente continua allí entre atraco y atraco, con su crisis humanitaria normalizada y su juventud siendo asesinada.
Tejiendo Territorios 