Máximo Noriega Rodríguez.
En Barranquilla no hay homicidios casuales sino causales. Para resolver la difícil situación social que origina la violencia hay que adoptar una visión de seguridad humana que entienda que no hay disparo sin que antes haya habido hambre y abandono.
Ser alcalde de Barranquilla no es una dignidad que deba entregársele a alguien que espera “su turno” como si la ciudad fuera una monarquía decadente. Ser alcalde de la ciudad implica preparación y habilidades, y tiene que ver con los barranquilleros como sujetos directos y principales del accionar de la alcaldía. Sin ciudadanos no hay ciudad, sin los barranquilleros no hay Barranquilla. Parece que en los últimos años se olvidó eso en Barranquilla, lo que ha traído varios problemas, entre ellos una violencia desbordada que nos tiene acorralados.
El hecho de que los homicidios en Barranquilla hayan aumentado en 2020 pese a las restricciones de la pandemia, pasando de 466 homicidios en 2019 a 496 en el año 2020, mientras las lesiones personales hayan disminuido dramáticamente en el mismo periodo, indica que en la ciudad y su Área Metropolitana se ejerce una violencia instrumental estructurada. En Barranquilla se mata por negocio, convicción e ideología, todas ellas motivaciones racionales que implican planeación, organización y logística ejercida por organizaciones criminales de distintos niveles de complejidad.
La violencia instrumental es aquella que se ejerce como medio para obtener beneficios sociales, personales o económicos, y si es estructurada implica una organización o como mínimo una concertación de dos o más individuos. En resumen, en Barranquilla no hay homicidios casuales sino causales, y su incremento demuestra que la Policía -principalmente- y en general todas las instituciones encargadas de la seguridad en la ciudad carecen de la inteligencia técnica y humana para evitar dichos homicidios, reflejándose -además- la acefalía en las políticas públicas al respecto.
Que según el DANE el 57% de los barranquilleros no haya podido comer las tres veces al día en noviembre de 2020, explica el aumento de hurtos y homicidios en los primeros meses del 2021. Sin pan no hay paz.
Esta violencia instrumental estructurada es una violencia típica del post conflicto que tradicionalmente tiende a exacerbarse con el paso del tiempo, como la violencia ejercida por las “maras” en Centroamérica o las escuelas de sicarios de la Medellín post Escobar, y que incluyen en sus estructuras a miembros o exmiembros de la policía como alguno de los eslabones de la cadena criminal, bien sea “dejando sano” un territorio en el que se cometerá un delito, o participando directamente. Además, suele aumentarse la virulencia y saña con la que se cometen los actos delictivos como una muestra de un proceso de degradación humana de quienes los cometen, pues los delincuentes han llegado a un punto de no retorno en el que su resocialización es casi imposible.
Este tipo de violencia instrumental y estructurada se alimenta del abandono a las personas quienes se ven involucrados como víctimas de la pobreza, sin opciones ni proyecto de vida. Los niños, niñas y adolescentes que fueron abandonados a su suerte por la Alcaldía desde hace 12 años, son hoy quienes viven o ejecutan la violencia en una dualidad víctima-victimario que termina por ser un círculo vicioso. Que según el DANE el 57% de los barranquilleros no haya podido comer las tres veces al día en noviembre de 2020, explica el aumento de hurtos y homicidios en los primeros meses del 2021. Sin pan no hay paz.
Algunas Propuestas.
Para resolver la difícil situación social que origina la violencia en Barranquilla, hay que adoptar una visión de seguridad humana que entienda que no hay disparo sin que antes haya habido hambre y abandono. Por eso, la estrategia debe ser enfocada en dos frentes: el ser humano y la prevención policial con inteligencia humana y técnica. Para empezar, es urgente enfocarse en los niños, niñas y adolescentes de la ciudad, brindándoles una jornada escolar extendida que incluya escuelas de formación deportiva, escuelas de formación cultural y construcción del ser humano integral. Si en nuestros colegios distritales tenemos todas las tardes hasta las 4 pm distintas opciones de práctica y formación deportiva, danza, teatro y literatura, sumado a un acompañamiento psicosocial permanente en formación de nuevos seres humanos, evitaremos que los niños, niñas y adolescentes queden a merced de las organizaciones delincuenciales. Está comprobado que una mayor permanencia de los estudiantes en la escuela disminuye las posibilidades de que éstos sean víctimas de hechos de violencia y potencia el proyecto de vida de quienes ya como adultos tendrán opciones distintas para salir adelante. La jornada escolar extendida, incluyendo alimentación escolar y acompañamiento psicosocial, sería más económica de implementar que casi todos los “negociados” que se están organizando en estos momentos en la ciudad.
Por otro lado, es urgente un rediseño, modernización y salto tecnológico en la línea de emergencias 123 y su plataforma tecnológica, pues esta herramienta es el punto de partida para labores de inteligencia que eviten la comisión de los hechos delictivos. Actualmente en Barranquilla hay una línea de emergencias que opera con el software Secad, de propiedad de la Policía Nacional, una herramienta vetusta con por lo menos una década de atraso, que no tiene inteligencia artificial, inteligencia predictiva y que además es monopolio de la Policía. Por si fuera poco, en Barranquilla las cámaras de seguridad operan en dos plataformas distintas, una análoga y otra digital que no se actualiza desde el año 2015; estas dos plataformas no se “hablan” entre sí y no se conectan con la plataforma del 123. Tampoco hay geolocalización en tiempo real de todas las patrullas de la Policía, lo que se traduce en que los patrulleros están por su cuenta y no es posible establecer una ruta óptima de respuesta ante un evento porque no se sabe dónde están quienes pudieran responder a la emergencia.
Se necesita un rediseño de la línea de emergencias 123 con un software civil, abierto, escalable, modular, con Inteligencia Artificial Autónoma, que genere alertas tempranas y que prediga la ocurrencia de hechos violentos, que integre cámaras digitales mínimo de 5k de definición con inteligencia embebida y reconocimiento facial, que las “llaves” estén en poder del Alcalde y no solo de la policía, y con la ubicación GPS en tiempo real de todas las unidades de la policía quienes deben contar con body cam adheridas a sus uniformes que documente su forma de actuar para evitar abusos de autoridad. Todos estos elementos son más económicos de operar en el mediano y largo plazo que insistir en la obsolescencia actual y dotan a las autoridades de la tecnología necesaria para evitar las violencias y sus manifestaciones.
Por supuesto, nada mejorará si no existe la voluntad política de atender lo importante. En Barranquilla no se necesitan más “muñecos” sino más educación, deporte, cultura e innovación social para ser una ciudad de verdad, donde haya más pan y menos violencia.