Harold Ruiz Moreno.
Cae de su peso que no somos la democracia más antigua de América, porque somos con vergüenza reconocidos como el país más violento del mundo, en Colombia se presenta los hechos más execrables de conflicto alguno, los vejámenes de conflicto que vivimos los colombianos es cruel y doloroso, las masacres, los desplazamientos, confinamientos, las torturas, las ejecuciones extrajudiciales mal llamados falsos positivos, hornos crematorios, pozos de ácido y casas de pique, la violencia sexual, todas las prácticas de horror y miedo, con indicadores de un holocausto donde hemos perdido toda posibilidad de asombro, porque la insensibilidad de la guerra nos lleva a despreciar la vida como derecho fundamental y el estado llamado a defender y proteger, no solo no actúan , sino que cientos de sus agentes están involucrados en estos condenables actos.
Nadie puede desconocer que el estado colombiano ha sido capturado por el narcotráfico y el paramilitarismo en diferentes escalas y momentos de la vida nacional y que la tragedia humanitaria que vive el país se debe entre una de las causas a lo ocurrido por los mal llamados falsos positivos, que no son otra cosa que ejecuciones extrajudiciales cometidos por la mayoría de los integrantes del ejército nacional en el periodo de gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez, que la JEP han identificado los 6.402 primeros casos de esta horrenda práctica.
La exclusión y el bipartidismo, son entre otras las razones la existencia de la violencia en Colombia, no hay posibilidad que a los que detentan el poder en el país, se le compita el poder, la mayoría de intentos individuales o colectivos de oposición han sido cercenados por el asesinato sistemático, desde la el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, pasando por Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, o Carlos Pizarro; son los casos más emblemáticos de la servicia de este régimen oprobioso de muerte y violencia, que llegó a su máxima expresión violenta de desaparecer a todo un partido político como lo fue el genocidio de la UP.
Está triste realidad del conflicto de la nación que ha arrojado más de 8 millones de víctimas, las que jugaron un papel preponderante en la negociación del acuerdo de paz en la habana que permitió que un capítulo del acuerdo esté en función de visibilizar a las víctimas que han exigido reconocimiento y sobretodo, verdad, Justicia, reparación y no repetición, y entre otros logros estuvo la posibilidad de elegir representantes a la cámara en los territorios de conflicto donde estuvo la presencia de las antiguas Farc a las que se llamó como “circunscripciones transitorias especiales de paz”, que como siempre fueron saboteadas por el uribismo y sus aliados, que significaron el hundimiento en el congreso del proyecto de ley que las creaba y que posteriormente fueron reconocidas por la corte constitucional y el Consejo de estado que obligaron al Presidente Iván Duque Márquez a regañadientes a promulgar el acto legislativo No 02 de 25 de agosto del presente año que crea las 16 curules para las víctimas.
Después del viacrucis de las víctimas en el trámite de las curules de la Paz, corresponde a sus organizaciones sociales que pueden postular candidatos para estas 16 curules que se eligieran en estos territorios de conflicto, que eviten la intromisión del narcotráfico y sus estructuras armadas que coparon por ausencia del estado estos territorios, hoy las víctimas tiene la oportunidad histórica de lograr que el estado vuelva sus ojos a estos territorios que no han tenido tranquilidad y que no han vivido La Paz, por la crueldad y drama humanitario del desplazamiento, confinamiento, la amenaza y la esclavitud del narcotráfico, quien con la complicidad del estado, gobiernan en estas zonas marginadas por la ausencia casi que total del estado.